jueves, 23 de junio de 2016

Su Santidad Francisco expresa su opinion sobre nuestro procer

EDUCAR ES ELEGIR LA VIDA ….. La creatividad histórica, entonces, desde una perspectiva cristiana, se rige por la parábola del trigo y la cizaña. Es necesario proyectar utopías, y al mismo tiempo es necesario hacerse cargo de lo que hay. No hay futuro sin presente y sin pasado: la creatividad implica también memoria y discernimiento, ecuanimidad y justicia, prudencia y fortaleza. Si vamos a tratar de aportar algo a nuestra Patria desde el lugar de la educación, no podemos perder de vista ambos polos: el utópico y el realista, porque ambos son parte integrante de la creatividad histórica. Debemos animarnos a lo nuevo, pero sin tirar a la basura lo que otros (e incluso nosotros mismos) han construido con esfuerzo. Un creativo en la historia argentina Tratemos de ver esto de un modo un poco más concreto. ¿Por qué no hacer el intento, ya que estamos en tema, de dejarnos enseñar por la historia? Pensando en los tiempos fundacionales de nuestra patria, me salió al encuentro un personaje al cual, por lo general, no se le reconoce la relevancia que ha tenido en la Argentina naciente. Me refiero a Manuel Belgrano. ¿Qué se puede decir de él, además de su participación en la Primera Junta y la creación de la bandera? No fue un hombre “exitoso”, al menos en los términos en que nos hemos acostumbrado a usar esa palabra en estos tiempos de pragmatismo y necedad. Sus campañas militares carecieron del brillo y profundidad que le ganaron a José de San Martín el título de “Libertador”. Carecía de la pluma de escritor y propagandista de un Sarmiento. Como político, siempre estuvo relegado a una segunda línea. Tampoco su vida privada fue demasiado llamativa: su salud dejaba bastante que desear, no pudo casarse con la mujer que amaba y murió a los cincuenta años, en la pobreza. Sin embargo, Sarmiento dijo de él que había sido “uno de los poquísimos que no tiene que pedir perdón a la posteridad y a la severa crítica de la historia. Su muerte oscura es todavía un garante de que fue ciudadano íntegro, patriota intachable”. De muy pocos “exitosos” de nuestra historia nacional podría decirse lo mismo... Es que, además de sus incontrastables virtudes personales y su profunda fe cristiana, Belgrano fue un hombre que, en el momento justo, supo encontrar el dinamismo, empuje y equilibrio que definen la verdadera creatividad: la difícil pero fecunda conjunción de continuidad realista y novedad magnánima. Su influencia en los albores de nuestra identidad nacional es muchísimo mayor de lo que se supone; y por ello puede volver a ponerse de pie para mostrarnos, en este tiempo de incertidumbre pero también de desafío, “cómo se hace” para poner cimientos duraderos en una tarea de creación histórica. Un creativo revolucionario Belgrano vivió en una época de utopías. Hijo de italiano y criolla se había dedicado a estudiar Leyes en algunas de las mejores universidades de la metrópoli: Salamanca, Madrid y Valladolid. En la convulsionada Europa de fin de siglo, el joven Belgrano no sólo había aprendido la disciplina que había ido a estudiar, sino que se había interesado por el torbellino de ideas nacientes que estaban configurando una nueva época. En particular, la economía política. Firmemente convencido de las más avanzadas ideas de progreso de su tiempo, no dudó en formar en su interior un proyecto: poner todo esto al servicio de una gran causa en su patria natal. Así, en 1794 fue nombrado primer Secretario Perpetuo del Real Consulado de Industria y Comercio del Virreinato del Río de la Plata, algo similar a lo que hoy sería una cartera de Hacienda. No era algo común que la España fuertemente centralista de los Borbones ubicara en puesto tan importante a un hijo de criolla y extranjero. Pero en Buenos Aires escaseaban hombres con una formación semejante. El flamante Secretario no tardó en confrontarse con la realidad americana, al intentar cumplir su tarea de promover la producción y el comercio con un espíritu realmente transformador. Pronto se dio cuenta de que los brillantes ideales de derechos del hombre y el progreso chocaban con las mentalidades conservadoras de la administración colonial y los sectores acomodados de Buenos Aires, comerciantes que se beneficiaban del monopolio español y el contrabando: “...conocí que nada se haría en favor de las provincias por unos hombres que por sus intereses particulares posponían el del común. Sin embargo, ya que por las obligaciones de mi empleo podía hablar y escribir sobre tan útiles materias, me propuse, al menos, echar las semillas que algún día fuesen capaces de dar frutos, ya porque algunos estimulados del mismo espíritu se dedicasen a su cultivo, ya porque el orden mismo de las cosas las hiciese germinar”, diría en su breve Autobiografía. ¿Cuáles eran estas semillas? “Fundar escuelas es sembrar en las almas”, dirá nuestro prócer. El espíritu revolucionario de Belgrano descubrió rápidamente que lo nuevo, lo que podría llegar a ser capaz de modificar una realidad estática y esclerotizada, vendría por el lado de la educación. De este modo, promovió por todos los medios la creación de escuelas básicas y especializadas. Las Memorias anuales del Consulado, el periódico Telégrafo Mercantil y, más tarde, el Correo de Comercio, serían algunos de los medios a través de los cuales buscará “sembrar” esas “semillas”. Su prédica insistirá en la necesidad de la enseñanza técnica, diseñando proyectos de escuelas de agricultura, comercio, arquitectura, matemáticas, dibujo. De todas ellas, sólo pudieron concretarse las de Náutica y de Dibujo. Mucho antes que otros Belgrano comprendió que la educación y aun la capacitación en las disciplinas y técnicas modernas eran una importante clave para el desarrollo de su patria. Si sus proyectos no pudieron desarrollarse, fue porque -como él mismo escribiría años después- “todos, o escollaban en el gobierno de Buenos Aires o en la Corte, o entre los mismos comerciantes, individuos que componían este cuerpo, para quienes no había más razón, ni más justicia, ni más utilidad ni más necesidad que su interés mercantil; cualquiera cosa que chocara con él, encontraba un veto, sin que hubiese recurso para atajarlo”. Pero no por eso abandonó su empeño: por uno u otro lado se las arreglaba para seguir difundiendo y poniendo en práctica sus ideas. Porque además de idealista, el creador de la bandera era sumamente perseverante, y no se dejaba vencer fácilmente, a pesar de su carácter moderado y conciliador. Además de lo que hacía al desarrollo económico, Belgrano consideraba que “un pueblo culto nunca puede ser esclavizado”. La dignidad de la persona humana ocupaba en su mentalidad, al mismo tiempo cristiana e ilustrada, el lugar central. De allí que bregara también por la fundación de escuelas en la ciudad y en el campo, donde se brindara a todos los niños las primeras letras, junto a conocimientos básicos de matemáticas, el catecismo, y algunos oficios útiles para ganarse la vida. “Esos miserables ranchos donde se ven multitud de criaturas, que llegan a la edad de la pubertad, sin haberse ejercitado en otra cosa que la ociosidad, deben ser atendidos hasta el último punto”, escribía en 1796. “Uno de los principales medios que se deben adoptar a este fin son las escuelas gratuitas, a donde puedan los infelices mandar a sus hijos, sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción, allí se les podrían dictar buenas máximas, e inspirarles amor al trabajo, pues en un pueblo donde reine la ociosidad, decae el comercio y toma su lugar la miseria”. No otro era el espíritu de su insistencia (en el Reglamento de la Escuela de Geometría, Arquitectura, Perspectiva y Dibujo, escrito por su propia mano) en los derechos igualitarios para españoles, criollos e indios y en la provisión de cuatro vacantes para huérfanos, “los más desposeídos de nuestra tierra”. En la misma línea, Belgrano da una fundamental importancia a la educación de las chicas, en una época en que todavía estaba muy lejos el reconocimiento práctico de condiciones y derechos igualitarios para varones y mujeres. Vemos así a un verdadero creador en acción, alguien que, lejos de considerarse satisfecho por la posición alcanzada y hacerla jugar a su favor, consagró lo mejor de sus energías a tratar de plasmar una sociedad nueva, distinta, mejor para todos. Abierto a las ideas más avanzadas de su tiempo y -al mismo tiempo- atento a la necesidad de que nadie quedara afuera de ese nuevo mundo que iba tomando forma. Pero algo más: no se trataba de un idealista que se desentendía de las dificultades prácticas de sus proyectos. Para todos ellos buscaba prever el modo de financiamiento, los recursos materiales y humanos que lo harían posible. En este punto no dudó en aportar él mismo elementos que serían necesarios para sostener un esfuerzo educativo serio. Poco después de la Revolución de 1810 donó 165 volúmenes para la biblioteca pública de Buenos Aires (hoy Biblioteca Nacional). Asimismo, es sabido que destinó el premio de 40.000 pesos que le otorgaron por su victoria en la batalla de Salta a construir cuatro escuelas en Tarija, Salta, Tucumán y Santiago del Estero. Él mismo redacta el Reglamento para esas escuelas, en el cual mostraba el modo en que esos recursos deberían ser usados para sostener a los maestros, proveer de útiles y libros a los niños de padres pobres, etc. Un detalle llamativo: sostenía que el maestro debía ser considerado como “Padre de la Patria” y debería tener asiento en el Cabildo local. Otro detalle, ya no tan llamativo: esas escuelas no llegaron a construirse nunca. Antes de que parezca que el Arzobispo intenta convertirse indebidamente en profesor de historia, quisiera rescatar de lo visto algunas enseñanzas acerca de la creatividad. Más allá de las profundas diferencias de época, hay mucho de permanente, de vigente, en la actitud de Belgrano de tratar de mirar siempre más allá, de no quedarse con lo conocido, con lo bueno o malo del presente. Esa actitud “utópica”, en el sentido más valioso de la palabra, es sin duda uno de los componentes esenciales de la creatividad. Parafraseando (e invirtiendo) una expresión popular, podríamos decir que la creatividad que brota de la esperanza afirma que “lo que ves... no es todo lo que hay”…..

No hay comentarios: